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En Guayacán, con los pobladores y el maestro Regino |

Cada vez que pienso en Boquerón me viene una y otra vez la frase: La palabra convence pero el ejemplo arrasa.
Ahora cada vez entiendo más porqué mi mama siempre me decía que Jesús estaba en los más pobres, porque cuando era más chica sólo pensaba que lo decía por la relación que tenía con lo material, hoy le vuelvo a dar un nuevo sentido, en verdad hoy creo que nunca llegaremos s conocer por completo a Dios, sino salimos al encuentro con el más pobre, desde nuestra pobreza, es ahí donde se da el verdadero encuentro, siempre desde nuestra pobreza.
Como para cerrar este testimonio, puedo decir que volví con un corazón completamente agradecido, y lo único que me surge de eso, es el querer darme y ponerme al servicio, y espero poder volver el año que viene y reencontrarme con todas esas personitas, un abrazo grande.”
María Luz
“Nunca en mi vida había ido a misionar, nunca.
Sabía lo que significaba por lo que me contaban quienes alguna vez lo habían
hecho, pero no eran más que anécdotas sobre cosas que la gente hace.
Sin embargo fue en las Jornadas Mundiales de
la Juventud en Río, donde sentí la curiosidad por hacerlo. En cada una de las
extensas peregrinaciones diarias, en cada uno de los rostros de las personas de
tantos lugares del mundo, en cada una de las palabras de Francisco, se me
presentó un Jesús que me invitaba a ser discípula y misionera, no discípula o
misionera según mi propia conveniencia o comodidad. Ahora bien, ¿por dónde
empezar a misionar?
Por las “cosas de la vida”, caí en el grupo
misionero San Francisco Javier del Colegio
Inmaculada de Santa Fe, sin saber muy bien qué buscaba. Sin embargo, en cada
reunión esto de ir a misionar iba tomando forma, y generando en mí la ilusión
de hacerlo. Ahora bien, cuando supe que Boquerón iba a ser el destino, sentí un
poco de miedo. Miedo de no ser capaz de pasar de la comodidad de mi hogar y de
mi vida, a ir a un lugar inhóspito en la mitad del monte, donde aparentemente
no había luz, ni agua potable.
Pero Jesús se encargó de darme las fuerzas
para animarme a semejante aventura. Allá en Boquerón me convencí de que Jesús
jamás te llama a hacer algo sin antes dotarte de lo necesario para hacerlo,
jamás.
En primer lugar, me regaló una comunidad. Los
seis que fuimos destinados al paraje de San Isidro enseguida formamos
comunidad, para ayudarnos, contenernos, brindarnos permanentemente alegría y
mantenernos en oración. Y a su vez, Jesús que nunca se deja ganar en
generosidad, nos regaló una hermosa comunidad con la gente de allá. Y ésta fue
la mayor sorpresa. Por las condiciones del lugar (cada una de las casitas
estaba al lado de la otra y todos se conocían) y por ser la escuela en la que
estábamos el punto de encuentro, prácticamente convivíamos con ellos, desde que
nos levantábamos hasta que nos íbamos a dormir. Lo que parecía entonces a
primera vista un “servicio” que nosotros íbamos a dar, terminó siendo un
verdadero encuentro con el otro, con su realidad, con su manera de ver la vida
y de hacer las cosas. Entendí entonces que misionar no se trata meramente de
dar o de asistir, sino que es un verdadero encuentro con el otro, con ese
que está allá, tan alejado de mi propia realidad. Y a su vez, por qué no
también, un encuentro con uno mismo al descubrir cuántas cosas y dones nos da
Jesús para transmitir su mensaje, que a lo mejor ni siquiera conocíamos de
nosotros mismos.
Mis días en San Isidro me ayudaron también a parar
para apreciar lo simple que en definitiva es lo esencial. El ritmo de vida
del paraje era muchísimo más lento que el que cada uno llevaba en su vida. Al
principio imponíamos las típicas consignas de, ¿y ahora qué hacemos? ¿Y ahora
qué sigue?, pero no tardamos mucho en abandonarlas. Descubrimos que la gente de
allá tenía su propia dinámica del tiempo, una dinámica que te permitía apreciar
lo simple, disfrutar de la paz del lugar y de la naturaleza, escuchar el
silencio y percibir al otro desde ese silencio, algo que en el vertiginoso
ritmo de todos los días jamás hacemos. Y eso creo que fue un regalo para todos
y en ese sentido, yo por lo menos, sentí que fui misionada, que fue puro don
gratuito de Jesús.
Allá reflexioné acerca de que, puede ser que
en nuestras vidas lo tengamos todo, pero cuánta falta tenemos de cosas simples.
Ir a misionar a San Isidro significó justamente eso, tomarnos unos días para gustar
de las cosas simples y volver a lo esencial. Cosas simples como el
hecho de que al levantarnos ya estaban los chiquitos del lugar esperándonos
para jugar o darnos un abrazo, el gesto simple de recibirnos para charlar o
tomar unos mates, como también todas las noches reunirnos en torno al fuego
para cocinar algo. Eso fue tan valioso para mi, que pensaba en mis adentros, me
tengo que venir a un lugar tan lejano, viajar tantos kilómetros, para valorar
aquello simple que en realidad existe y está en la vida cotidiana de todos los
días, pero que tanto me cuesta ver.
Por todo esto, es que la experiencia de haber ido a
misionar a Boquerón va a quedar guardada siempre en mi corazón. Una experiencia
que creo que me ayudó también a ver desde otro punto de vista las pequeñas
misiones de todos los días, el estudio, la familia, los amigos. Porque
misionar implica ese ejercicio del olvido de sí mismo para ir al encuentro
del otro, sin apariencias, sin máscaras, ejercicio que es muy útil en la
vida de todos los días. Y a su vez también me ha ayudado a dejarme moldear
por Jesús, a permitirme ver eso de mi que sólo Él es capaz de mostrarme,
y en este caso, lo hizo a través de cada una de las personas que conocí allá,
quienes me transmitieron con sus vivencias e historias personales qué es lo
verdaderamente valioso, lo que trasciende y tiene sentido en esta vida. "
CAMILA
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En San Isidro, el grupo misionero con la comunidad |
TESTIMONIO DEL PADRE ARRUPE SJ
‘Hace algunos años, cuando visitaba una provincia
de jesuitas en América Latina, fui invitado a celebrar en un suburbio, en uno
de los lugares más pobres de la zona. Unas cien mil personas vivían allí en
medio del barro, porque este suburbio estaba construido en una depresión que se
inundaba cada vez que llovía…
La misa tuvo lugar bajo una especie de techumbre
en mal estado, sin puerta, con perros y gatos que entraban libremente. El
resultado me pareció, con todo, maravilloso. El canto repetía: “Amar es darse…
¡Qué bello es vivir para amar y qué grande tener para dar!”.
A medida que el canto avanzaba, sentí que se me
hacía un gran nudo en la garganta. Tenía que hacer un verdadero esfuerzo para
continuar la misa. Aquellas gentes, que parecían no tener nada, estaban
dispuestas a darse a sí mismas para comunicar a los demás la alegría, la
felicidad.
Cuando en la consagración elevé la hostia,
percibí, en medio del tremendo silencio, la alegría del Señor que se encuentra
entre los que ama. Como dice Jesús: “Me ha enviado a predicar la Buena Noticia
a los pobres”, y “felices los pobres”…
Al dar la
comunión, me fijé en que en aquellos rostros secos, duros, quemados por el sol,
había lágrimas que rodaban como perlas. Acababan de encontrarse con Jesús, que
era su único consuelo. Mis manos temblaban.
Mi homilía
fue corta. Fue sobre todo un diálogo. Me contaron cosas que no suelen
escucharse en los discursos importantes, cosas sencillas, pero profundas y
sublimes, desde un punto de vista humano.
Una
viejecita me dijo: “Usted es el superior de estos padres, ¿no? Pues bien,
señor, un millón de gracias, porque vosotros, los jesuitas, nos habéis dado
este gran tesoro que necesitamos y no teníamos: la misa”.
Al terminar
la Eucaristía, un tipo corpulento, con aspecto de delincuente y que casi daba
miedo, me dijo: “Venga a mi casa. Tengo un regalo para usted”. Yo, indeciso,
dudaba si debería aceptarlo, pero el jesuita que me acompañaba me dijo:
“Acepte, padre, son muy buena gente”. Así que fui con él a su casa, que era una
barraca medio destruida, y me invitó a sentarme en una silla desvencijada.
Desde mi sitio yo podía contemplar la puesta del sol. El grandullón me dijo:
“Mire, señor, ¡qué hermosura!” Nos quedamos en silencio durante algunos
minutos. El sol desapareció. El hombre exclamó: “No sabía cómo agradecerle todo
lo que hacen por nosotros. No tengo nada que darle. Pero pensé que le gustaría
ver esta puesta de sol. ¿A que le ha gustado? Adiós”. Y me dio la mano. Cuando
se iba, pensé: “No es fácil encontrar un corazón así”.
Ya
abandonaba la calleja, cuando una mujer, muy pobremente vestida, se acercó a
mí, me besó la mano, me miró y me dijo con voz emocionada: “Padre, rece por mí
y por mis hijos. Yo también he oído esa misa tan bonita que usted acaba de
decir. Tengo que volver a mi casa. Pero no tengo nada que dar a mis hijos… Rece
por mí: Él nos ayudará”. Y desapareció corriendo hacia su casa.
¡Qué cosas
aprendí en aquella misa entre los pobres! ¡Qué diferencia con las grandes
recepciones que organizan los poderosos de este mundo!’
Testimonio
recogido
En
un libro-entrevista
De
Jean-Claude Distsch

SE AGRANDÓ LA FAMILIA!!!
Durante
unos meses, la comunidad de Boquerón creció notablemente, para gran alegría de
todos!
En la foto, los vemos: de pie, el
P. Marcos, Pablo, Agustín, Matías y Marcos, los cuatro novicios jesuitas que
han pasado dos meses en una experiencia parroquial, el Hermano Rodrigo, que se
queda por tres meses. Sentados: Mary, el P. Juan Carlos y el Hermano Nico, que
volvió de Chile, en el mes de julio.
BUENAS NOTICIAS DE NUESTROS BECADOS
Ivana, Lucía, Juanita y Nina, que están cursando el 5to. año en la escuela Normal de Añatuya y viven en el Complejo Santa Rosa, fueron elegidas como abanderadas, en el acto central del 9 de julio, que se realizó en la plaza principal de dicha ciudad.El motivo por el que fueron distinguidas fue que estas chicas, a pesar del desarraigo que viven, siempre se destacan por su responsabilidad y dedicación al estudio.Estamos muy orgullosos de ellas y las felicitamos!!!!
COMO TODOS LOS AÑOS, ESTUVIMOS EN HUACHANA,
PARA AGRADECER A NUESTRA MADRE
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Más de 80.000 personas en la fiesta!! |
Misa del día 30 de julio |
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El grupo de Servidores de la Parroquia. "Un grupo muy unido . espero que sigamos así con tantas ganas de ayudar a la gente que va llegando a nuestra Madre" |
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Repartiendo agua a los peregrinos PARA VER MÁS SOBRE EL CUMPLEAÑOS DE LA ESCUELA: |
Palabras, durante el Acto académico, de Silvio Roldán, exalumno, becado y Profesor de Lengua en escuelas de la zona: https://www.dropbox.com/s/mzossz1f59dqyjg/DSCN1373.MOV?dl=0
Baile de los chicos de la Academia Santa Cecilia: https://www.dropbox.com/s/t1yoharj2qtv0ck/DSCN1594.MOV?dl=0
FIESTA DE LA FM MONSEÑOR JORGE GOTTAU
El primer sábado de septiembre celebramos los 18 años de la radio parroquial. Por segundo año consecutivo, se realizó una gran peña, en la que participaron muchos artistas de la zona.
Ese mismo día inauguramos el nuevo escenario, muy amplio y bien construido, ideal para los bailes!
Los chicos de la Academia Santa Cecilia, que cada día bailan mejor, se lucieron con trajes nuevos!!