29 sept 2014

N°3







En Guayacán, con los pobladores y el maestro Regino
 “En verdad misionar en Boquerón fue una experiencia increíble y muy enriquecedora. Para mí significó  encontrarme con la parte más verdadera mía, me sirvió para autentificarme, para traer a la imagen a un Dios cercano, a un Dios que se hizo hombre, es eso lo que sentía en cada encuentro con  las personas. Me llevo su transparencia, su amor a la vida, a lo cotidiano, a ser  feliz en verdad con lo que uno es, con la simpleza de nuestra naturaleza humana, y a querer cuidarla. Me llevo un encuentro de amor auténtico. En verdad,  me sorprendió por completo, me arrasó, cómo las personas se daban, con esa transparencia de corazón, me sorprendió la alegría y las ansias con que nos esperaban.
Cada vez que pienso en Boquerón me viene una y otra vez la frase: La palabra convence pero el ejemplo  arrasa. 
Esos ejemplos de vida arrasaron parte de mi  por completo,  me hicieron revisar partes de mí que tal vez no están tan buenas, lo único que brotaba de mí era poder ponerme al servicio y salir  al encuentro, aunque por momentos sentía que frente a su realidad , frente a su manera de vivir, yo no tenía nada que decir. En esos días pude ver el amor de Dios en su manera más auténtica, verdadera y cercana en cada gesto, en cada mirada, en la calidez que me transmitían las personas, en cada una de las personas con las que frecuenté, y en verdad pido a Dios poder llegar a vivir la pobreza  con que ellos viven, que les da tanta libertad, de la que nosotros muchas veces carecemos.  
Ahora cada vez entiendo más porqué mi mama siempre me decía que Jesús estaba en los más pobres, porque cuando era más chica sólo pensaba que lo decía por la relación que tenía con lo material, hoy le vuelvo a dar un nuevo  sentido, en verdad hoy creo que nunca llegaremos s  conocer por completo a Dios, sino salimos al encuentro con el más pobre, desde nuestra pobreza, es ahí donde  se da el verdadero encuentro, siempre desde nuestra pobreza.
Como para cerrar este testimonio, puedo decir que volví con un corazón completamente agradecido, y lo único que me surge de eso, es el querer darme y ponerme al servicio, y espero poder volver el año que viene y reencontrarme con todas esas personitas, un abrazo grande.”

María Luz



“Nunca en mi vida había ido a misionar, nunca. Sabía lo que significaba por lo que me contaban quienes alguna vez lo habían hecho, pero no eran más que anécdotas sobre cosas que la gente hace.
Sin embargo fue en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Río, donde sentí la curiosidad por hacerlo. En cada una de las extensas peregrinaciones diarias, en cada uno de los rostros de las personas de tantos lugares del mundo, en cada una de las palabras de Francisco, se me presentó un Jesús que me invitaba a ser discípula y misionera, no discípula o misionera según mi propia conveniencia o comodidad. Ahora bien, ¿por dónde empezar a misionar?
Por las “cosas de la vida”, caí en el grupo misionero  San Francisco Javier del Colegio Inmaculada de Santa Fe, sin saber muy bien qué buscaba. Sin embargo, en cada reunión esto de ir a misionar iba tomando forma, y generando en mí la ilusión de hacerlo. Ahora bien, cuando supe que Boquerón iba a ser el destino, sentí un poco de miedo. Miedo de no ser capaz de pasar de la comodidad de mi hogar y de mi vida, a ir a un lugar inhóspito en la mitad del monte, donde aparentemente no había luz, ni agua potable.
Pero Jesús se encargó de darme las fuerzas para animarme a semejante aventura. Allá en Boquerón me convencí de que Jesús jamás te llama a hacer algo sin antes dotarte de lo necesario para hacerlo, jamás.
En primer lugar, me regaló una comunidad. Los seis que fuimos destinados al paraje de San Isidro enseguida formamos comunidad, para ayudarnos, contenernos, brindarnos permanentemente alegría y mantenernos en oración. Y a su vez, Jesús que nunca se deja ganar en generosidad, nos regaló una hermosa comunidad con la gente de allá. Y ésta fue la mayor sorpresa. Por las condiciones del lugar (cada una de las casitas estaba al lado de la otra y todos se conocían) y por ser la escuela en la que estábamos el punto de encuentro, prácticamente convivíamos con ellos, desde que nos levantábamos hasta que nos íbamos a dormir. Lo que parecía entonces a primera vista un “servicio” que nosotros íbamos a dar, terminó siendo un verdadero encuentro con el otro, con su realidad, con su manera de ver la vida y de hacer las cosas. Entendí entonces que misionar no se trata meramente de dar o de asistir, sino que es un verdadero encuentro con el otro, con ese que está allá, tan alejado de mi propia realidad. Y a su vez, por qué no también, un encuentro con uno mismo al descubrir cuántas cosas y dones nos da Jesús para transmitir su mensaje, que a lo mejor ni siquiera conocíamos de nosotros mismos.
Mis días en San Isidro me ayudaron también a parar para apreciar lo simple que en definitiva es lo esencial. El ritmo de vida del paraje era muchísimo más lento que el que cada uno llevaba en su vida. Al principio imponíamos las típicas consignas de, ¿y ahora qué hacemos? ¿Y ahora qué sigue?, pero no tardamos mucho en abandonarlas. Descubrimos que la gente de allá tenía su propia dinámica del tiempo, una dinámica que te permitía apreciar lo simple, disfrutar de la paz del lugar y de la naturaleza, escuchar el silencio y percibir al otro desde ese silencio, algo que en el vertiginoso ritmo de todos los días jamás hacemos. Y eso creo que fue un regalo para todos y en ese sentido, yo por lo menos, sentí que fui misionada, que fue puro don gratuito de Jesús.  
Allá reflexioné acerca de que, puede ser que en nuestras vidas lo tengamos todo, pero cuánta falta tenemos de cosas simples. Ir a misionar a San Isidro significó justamente eso, tomarnos unos días para gustar de las cosas simples y volver a lo esencial. Cosas simples como el hecho de que al levantarnos ya estaban los chiquitos del lugar esperándonos para jugar o darnos un abrazo, el gesto simple de recibirnos para charlar o tomar unos mates, como también todas las noches reunirnos en torno al fuego para cocinar algo. Eso fue tan valioso para mi, que pensaba en mis adentros, me tengo que venir a un lugar tan lejano, viajar tantos kilómetros, para valorar aquello simple que en realidad existe y está en la vida cotidiana de todos los días, pero que tanto me cuesta ver.
Por todo esto, es que la experiencia de haber ido a misionar a Boquerón va a quedar guardada siempre en mi corazón. Una experiencia que creo que me ayudó también a ver desde otro punto de vista las pequeñas misiones de todos los días, el estudio, la familia, los amigos. Porque misionar implica ese ejercicio del olvido de sí mismo para ir al encuentro del otro, sin apariencias, sin máscaras, ejercicio que es muy útil en la vida de todos los días. Y a su vez también me ha ayudado a dejarme moldear por Jesús, a permitirme ver eso de mi que sólo Él es capaz de mostrarme, y en este caso, lo hizo a través de cada una de las personas que conocí allá, quienes me transmitieron con sus vivencias e historias personales qué es lo verdaderamente valioso, lo que trasciende y tiene sentido en esta vida. "
CAMILA


En San Isidro, el grupo misionero con la comunidad





TESTIMONIO DEL PADRE ARRUPE SJ


‘Hace algunos años, cuando visitaba una provincia de jesuitas en América Latina, fui invitado a celebrar en un suburbio, en uno de los lugares más pobres de la zona. Unas cien mil personas vivían allí en medio del barro, porque este suburbio estaba construido en una depresión que se inundaba cada vez que llovía… 
La misa tuvo lugar bajo una especie de techumbre en mal estado, sin puerta, con perros y gatos que entraban libremente. El resultado me pareció, con todo, maravilloso. El canto repetía: “Amar es darse… ¡Qué bello es vivir para amar y qué grande tener para dar!”. 
A medida que el canto avanzaba, sentí que se me hacía un gran nudo en la garganta. Tenía que hacer un verdadero esfuerzo para continuar la misa. Aquellas gentes, que parecían no tener nada, estaban dispuestas a darse a sí mismas para comunicar a los demás la alegría, la felicidad. 
Cuando en la consagración elevé la hostia, percibí, en medio del tremendo silencio, la alegría del Señor que se encuentra entre los que ama. Como dice Jesús: “Me ha enviado a predicar la Buena Noticia a los pobres”, y “felices los pobres”… 
Al dar la comunión, me fijé en que en aquellos rostros secos, duros, quemados por el sol, había lágrimas que rodaban como perlas. Acababan de encontrarse con Jesús, que era su único consuelo. Mis manos temblaban. 
Mi homilía fue corta. Fue sobre todo un diálogo. Me contaron cosas que no suelen escucharse en los discursos importantes, cosas sencillas, pero profundas y sublimes, desde un punto de vista humano. 
Una viejecita me dijo: “Usted es el superior de estos padres, ¿no? Pues bien, señor, un millón de gracias, porque vosotros, los jesuitas, nos habéis dado este gran tesoro que necesitamos y no teníamos: la misa”. 
Al terminar la Eucaristía, un tipo corpulento, con aspecto de delincuente y que casi daba miedo, me dijo: “Venga a mi casa. Tengo un regalo para usted”. Yo, indeciso, dudaba si debería aceptarlo, pero el jesuita que me acompañaba me dijo: “Acepte, padre, son muy buena gente”. Así que fui con él a su casa, que era una barraca medio destruida, y me invitó a sentarme en una silla desvencijada. Desde mi sitio yo podía contemplar la puesta del sol. El grandullón me dijo: “Mire, señor, ¡qué hermosura!” Nos quedamos en silencio durante algunos minutos. El sol desapareció. El hombre exclamó: “No sabía cómo agradecerle todo lo que hacen por nosotros. No tengo nada que darle. Pero pensé que le gustaría ver esta puesta de sol. ¿A que le ha gustado? Adiós”. Y me dio la mano. Cuando se iba, pensé: “No es fácil encontrar un corazón así”.
Ya abandonaba la calleja, cuando una mujer, muy pobremente vestida, se acercó a mí, me besó la mano, me miró y me dijo con voz emocionada: “Padre, rece por mí y por mis hijos. Yo también he oído esa misa tan bonita que usted acaba de decir. Tengo que volver a mi casa. Pero no tengo nada que dar a mis hijos… Rece por mí: Él nos ayudará”. Y desapareció corriendo hacia su casa.

¡Qué cosas aprendí en aquella misa entre los pobres! ¡Qué diferencia con las grandes recepciones que organizan los poderosos de este mundo!’

Testimonio recogido
En un libro-entrevista
De Jean-Claude Distsch




SE AGRANDÓ LA FAMILIA!!!


Durante unos meses, la comunidad de Boquerón creció notablemente, para gran alegría de todos!

En la foto, los vemos: de pie, el P. Marcos, Pablo, Agustín, Matías y Marcos, los cuatro novicios jesuitas que han pasado dos meses en una experiencia parroquial, el Hermano Rodrigo, que se queda por tres meses. Sentados: Mary, el P. Juan Carlos y el Hermano Nico, que volvió de Chile, en el mes de julio.








BUENAS NOTICIAS DE NUESTROS BECADOS









Ivana, Lucía, Juanita y Nina, que están cursando el 5to. año en la escuela Normal de Añatuya y viven en el Complejo Santa Rosa, fueron elegidas como abanderadas, en el acto central del 9 de julio, que se realizó en la plaza principal de dicha ciudad.El motivo por el que fueron distinguidas fue que estas chicas, a pesar del desarraigo que viven, siempre se destacan por su responsabilidad y dedicación al estudio.Estamos muy orgullosos de ellas y las felicitamos!!!!













COMO TODOS LOS AÑOS, ESTUVIMOS EN HUACHANA,

 PARA AGRADECER A NUESTRA MADRE



Más de 80.000 personas en la fiesta!!
Misa del día 30 de julio
El grupo de Servidores de la Parroquia. "Un grupo muy unido . espero que sigamos así con tantas ganas de ayudar a la gente que va llegando a nuestra Madre"

Repartiendo agua a los peregrinos







PARA VER MÁS SOBRE EL CUMPLEAÑOS DE LA ESCUELA:

Palabras, durante el Acto académico, de Silvio Roldán, exalumno, becado y Profesor de Lengua en escuelas de la zona: https://www.dropbox.com/s/mzossz1f59dqyjg/DSCN1373.MOV?dl=0

Baile de los chicos de la Academia Santa Cecilia: https://www.dropbox.com/s/t1yoharj2qtv0ck/DSCN1594.MOV?dl=0





FIESTA DE LA FM MONSEÑOR JORGE GOTTAU




El primer sábado de septiembre celebramos los 18 años de la radio parroquial. Por segundo año consecutivo, se realizó una gran peña, en la que participaron muchos artistas de la zona.
Ese mismo día inauguramos el nuevo escenario, muy amplio y bien construido, ideal para los bailes!
Los chicos de la Academia Santa Cecilia, que cada día bailan mejor, se lucieron con trajes nuevos!!


EN TODO AMAR Y SERVIR